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REFLEXIONES
SOBRE LA ACTUAL FILATELIA.
(19 - 04 - 2002)
1.- Por mucho que el sello pase por sus peores momentos y tenga posiblemente
sus días contados, la Filatelia, como tal, no morirá en
tanto en cuanto aún queden dispersos por el mundo miles de millones
de esos minúsculos trocitos de papel que un día significaron
tanto para la historia postal.
Como
muchos otros compañeros de afición, yo tampoco necesio
sellos nuevos con todo lo que ya hay por ahí emitido desde hace
décadas. Lo único que puede cargarse la Filatelia es el
implacable paso del tiempo con sus bichitos, hongos, humedades... ya
que, a fin de cuentas hablamos de unos delicadísimos trocitos
de papel (sellos, sobres y tintas incluidas).
2.-
Admiro, respeto y envidio profundamente a todos y cada uno de los miles
de aficionados que se molestan en buscar el último sello emitido,
pegarlo en un sobre confeccionando curiosos franqueos mixtos, simétricos
o psicodélicos y remitirlos a otros miles de aficionados dispersos
por el mundo que a su vez intercambian esfuerzos, pasión, devoción
y afición.
3.-
Animo, impulso, apoyo y, si puedo, ayudo en todo lo posible a las nuevas
generaciones a introducirse por cualquier vía en este tortuoso
y "oscuro" mundo, y les reconozco ese ímprobo esfuerzo
a veces esteril por acceder a unos mínimos conocimientos que
a otros, por edad, o por razones económicas, nos son más
asequibles, solo por el hecho de tener en casa un catálogo más
o menos universal o más o menos especializado, aunque sea de
una edición antigua (me estoy dando cuenta precisamente estos
días, al querer actualizar mis viejos tomos del Yvert, que acceder
a ese tipo de información tan básica se ha convertido
en un verdadero lujo al alcance de muy pocos privilegiados -y éste
es otro debate a tener en cuenta-).
4.-
Denuncio por intrusismo a los sistemas de franqueo alternativos (sobres
con cajetines de Franqueo Pagado, Franqueo Concertado, A Franquear
en Destino, Etiquetas Mecánicas, Térmicas y digitales...)
que lo único que han conseguido es acelerar la decadencia del
sello y fomentar su emisión tan sólo con fines comerciales
y especulativos y apartarle de su originario servicio, manteniéndolo
tan sólo como objeto coleccionable (no diré cromo)...
Pero,
en última instancia, no pretendo hacerles culpables de la muerte
ni de la Filatelia como tal (ver punto 1) ni del protagonismo casi exclusivo
que hasta hace poco tiempo ha tenido históricamente cualquier
Servicio Postal de Correos. Esa posición privilegiada del Servicio
Postal es la que realmente corre ahora peligro de extinción,
y por ende, la vigencia de cualquier otra forma de franqueo, incluido
el sello.
5.-
Esto es lo que definitiva e irreversiblemente está condenado
a morir. Yo mismo, hace meses que no utilizo un sello de correos para
correspondencia no filatélica, pero no porque me lo hayan
sustituido por una llamativa ATMs, sino porque el servicio de Correos
ya no es el único que cubre mis necesidades en múltitud
de las funciones que antes cumplía en exclusiva:
Si
quiero escribirme con alguien, casi todos mis destinatarios están
conectados a Internet, y podemos cruzarnos tres o cuatro cartas (que
no mensajes) en un sólo día.
Si
por el contrario necesito una comunicación aún más
inmediata la telefonía fija, móvil o por satélite
ha conseguido que pueda localizar a cualquier persona en cualquier punto
del globo, incluído el Polo Norte, el Everest o el Gran Sol...
y a un precio ínfimo en relación con posibles costes postales.
Si
lo que quiero es efectuar un envío urgente de unos documentos
importantes, puedo elegir cualquier servicio de mensajería local
(motorista) o internacional (multinacionales por todos conocidas con
flotas de avión propias) que me garantiza la entrega en el plazo
de unas horas o de una noche.
Si
basta con una copia de esos mismos documentos, a golpe de fax, o de
scanner e Internet, consigo que en el plazo de unos segundos se imprima
una fotocopia de ese documento en cualquier parte del mundo.
Para
todas estas cosas nació el CORREO, y desarrollando su potencial
al máximo, alcanzó su apogeo en los dos últimos
siglos. Tengo cartas prefilatélicas que puestas en circulación
una mañana fueron entregadas a su destinatario esa misma tarde
(siendo de distintas localidades), y otras que tardaban tres días
en atravesar España y Francia (hoy hace 10 dias que espero una
de Bélgica).
Las
cartas, simplemente sus sobres, de épocas como la de las grandes
Guerras son documentos conmovedores, que reflejan no sólo la
imposibilidad de relacionarse de otra forma entre sus remitentes, sino
las dificultades inherentes a este tipo de comunicaciones (censuras
militares, sellos de ocupaciones, encaminamientos imposibles,...).
Los
intrépidos franqueos de vuelos del Zeppeling, o conmemorativos
de nuevos enlaces aéreos que abrían efectivamente nuevas
rutas para el correo y el transporte de viajeros son auténticos
testimonios documentales del esfuerzo del hombre por romper barreras
y favorecer la comunicación entre sus semejantes.
Todas
esas cosas, para mí, son las que han dado el valor verdadero
valor al sello de correos, como mudo testigo e imprescindible
intermediador de todo este "trapicheo". Los primeros grabadores
de sellos, afortunadamente, supieron crear pequeñas obras de
arte que propiciaron la inmediata afición casi unánime
por querer coleccionar esos efectos postales. Luego vino todo lo demás:
Los matasellos, los franqueos especiales, las variedades, los errores,
las curiosidades, el sello conmemorativo, las primeras emisiones puramente
especulativas (cáncer que, como sabéis, existe ya desde
las primeras décadas del S. XX), las falsificaciones, las exposiciones,
las temáticas,... y, por último, la mecanotelia (que en
breve será desplazada por la "infotelia" o "digitotelia",
con el desarrollo de los ya existentes franqueos digitales domésticos
y la consiguiente proliferación de acólitos reclamando
para ellos el derecho sucesorio de la Filatelia Tradicional).
Pero
verdaderamente..., qué queréis que os diga. Ya no hace
ninguna ilusión abrir el buzón de casa, que en el 98 %
de los casos está repleto de propaganda no deseada metida en
sobres prefanqueados, en comunicaciones de bancos repartidas por un
empleado de la entidad o embolsada en el mismo tipo de sobre..., en
multas o comunicados urgentes oficiales o plicas judiciales que se esconden
tras sobres con franquicia concertada o son entregados por diligentes
señores con casco y libreta de firmas. Ocasionalmente llega una
felicitación de Navidad con el consabido y repetido sello emitido
al efecto, o bien con el de la cara del Rey que año a año
cambia de color (por el aumento del facial) y que lustro a lustro degrada
sus facciones por el tiraje de una nueva serie "actualizada".
Excepcionalmente la llegada de un voluminoso paquete enciende ciertas
expectativas, hasta que compruebo que viene franqueado con una colorido
coche de época de ¡¡537 ptas. de facial!!.. (ó
3.23 €) Sorprendente.
Entro
en casa y al encender el ordenador descubro en mi buzón electrónico
una decena de mensajes, todos personales, que verdaderamente me transmiten
las emociones que ya no me aporta el correo convencional. Ademas hay
varios mensajes importantes: unos me notifican la caducidad de mi firma
electrónica en Hacienda, otros me confirman el inminente envio
de un lote de sellos desde Italia, Alejandría o la Costa Oeste
de los EEUU, y otros me adjuntan la foto escaneada de una sobrina que
vive en el extranjero. En total, una docena de mensajes importantes
que han obviado el más elemental encaminamiento tradicional,
el más infimo franqueo (ni sello calcografiado, ni ATM térmicamente
desinsectada, ni una mísera marca de correo aéreo transatlántico
con escala en la base de Puerto Pardillo... Nada).
Y esto,
queridos amigos, sí que es absolutamente irreversible, y geométricamente
predecible. La muerte del correo tradicional está más
que anunciada. Por supuesto que la Filatelia permanecerá, pero
será dificil actualizar su... ¿repertorio?
Y ahora,
volviendo al punto 2 de esta reflexión, admiro a esos románticos
aficionados que aún mueven Roma con Santiago para conseguir un
sobre franqueado en...¡ La Atlántida !.. y que a ser posible
haya viajado por la selva ecuatorial y por 4 bases antárticas.
Encomiable, en serio... Pero, ¿No creéis sinceramente
que todo ello no deja de ser algo artificial?... ¿Qué
sentido tiene mandar una carta desde un sitio en el que tan siquiera
te encuentras a un destinatario que, en la mayoría de los casos,
eres tú mismo...? ¿Acaso hay algo dentro de ese sobre?...
¿La finalidad de tanto trasiego no es acaso tan especulativa
y artificial como amontonar las últimas novedades de una ciega
suscripción?... ¿Qué se pretende demostrar...?
¿Que las cartas efectivamente circulan...? ¿Y demostrar
esa evidencia en un mundo al que, por cierto, un millar de satélites
circunvalan varias veces al día...?
Perdonadme,
pero es algo que casi nunca he entendido de la mal llamada Filatelia
Moderna. Me parecen situaciones casi siempre demasiado forzadas. Aún
así, repito que no sólo admiro y envidio, sino que siempre
que pueda secundaré iniciativas como las comentadas desde esta
misma página como la de las cartas viajeras por los cinco continentes
y cosas parecidas,.. pero insisto,... nos movemos siempre dentro de
una realidad falsa e inventada, sin aplicación ni extrapolación
en el mundo real.
Cuando
verdaderamente tengo algo urgente que comunicarle al capitán
del Hespérides, o a su último grumete, me pongo en contacto
con él por radio o le mando un mensaje por GSM, UHF, ABS o HIFI.
Aún a sabiendas que levan la bodega llena de sacas con cartas
de... filatélicos.
La
degradación actual del sello como efecto postal es sólo
el anticipo de la verdadera crisis que se nos viene encima: la falta
de primacía y paulatina sustitución de los Servicios Postales
por un variado abanico de otros servicios de comunicación y transporte.
Dentro de esa coyuntura, lo que entendemos como Filatelia Moderna, queda
alejada definitivamente de la realidad y se convierte en una afición
de románticos con demostrada capacidad creativa y conocimiento
del medio natural que los acoge (el Correo).
Fdo.:
Un filatélico convencido, consternado y, sobre todo, muy probablemente,
confundido.
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