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¿Cómo
se empieza ahora?
Para
esta simple pregunta que como padre que soy empiezo a hacerme, me preocupa
durante estos últimos tiempos encontrar una respuesta adecuada.
¿Cómo
puede acceder un chaval de hoy día a la Filatelia?
¿Valen
acaso las pautas, los pasitos que dimos en su día los que ahora
padecemos y gozamos de esta afición universal?
Casi
todos nosotros empezamos como lo que aún hoy muchos nos reconocemos:
haciendo de juntasellos, recortando esos ejemplares de las cartas
que nos llegaban a casa, metiendo en cajas los sellos que nos traían
nuestros padres de la oficina, o los que nos regalaba la abuela apartándolos
del montón que bajaba a la parroquia una vez al mes. O consiguiendo
nosotros mismos esos espectaculares lotes al kilo de universales
por apenas cuatro duros mal contados... O intercambiando y amontonando
cientos... miles de sellos...
Cuando
por suerte había un filatelista cercano en la familia, nos estaba
permitido adentrarnos en las misteriosas páginas de un catálogo
en el que convivían las reproducciones de los sellos de Franco,
con las primeras emisiones de las islas Mauricio, los preobliterados
franceses, los tropecientos tipos de la diosa Ceres portuguesa,
los colis postaux belgas o las interminables series de personajes
de los EEUU. Era casi tan fácil encontrar un catálogo
de España como uno Universal, porque prácticamente
era material imprescindible de todo buen aficionado, junto a sus pinzas,
la lupa y la bolsita de charnelas. Como confirmación de la aceptación
por parte de nuestros mayores del vicio recién
adquirido, los Reyes nos traían un ejemplar de segunda mano,
de no más de dos años de antigüedad, de esa Biblia
que todo coleccionista conocía entonces y sabía manejar
que se llamaba Yvert-Tellier.
Pero
queramos o no, ese tipo de filatelia ha cambiado, se ha hecho prácticamente
inaccesible para un principiante: Los sellos, su materia prima, ya no
circulan (por no circular casi tampoco lo hacen sus modernos hermanos
menores, las ATMs). Hacerse con un Kilo de sellos sin lavar se ha convertido
no sólo en empresa semiutópica y lastimosa por lo difícil
de dar con ello, sino tremendamente cara, casi tanto como hacerse con
un buen ejemplar de nuestros clásicos... Pero es que los catálogos...
¿Qué hacemos sólo con el catálogo de España
si encima sólo saca sellos que jamás veremos franqueando
una carta?... Aspirar a hacerse con un catálogo Universal supone
un desembolso de no menos de 300 € (50.000 ptas.) debido a la espantosa
proliferación de tomos , y pretender comprarlo de segunda mano
es casi tarea de bibliófilo profesional.
Ante
estos datos reales y elocuentes, vuelvo a la pregunta inicial:
¿Cómo
aficionamos a este invento a un crío?
¿Por
qué caminos alternativos debemos llevarle para que termine siendo
un coleccionista del periodo de ocupaciones alemanas de entreguerras,
pongamos por caso, o simplemente se interese por una colección
convencional del segundo centenario de Francia en usado... o, sin ir
mucho más lejos, se especialice en las series básicas
de España?
¿Cómo
inculcarle un mínimo de gusto por la historia postal si lo único
que encuentra en su buzón son cartas de franqueo pagado, frías,
sin nada que contar, sin nada que enseñar?....
(Antes
de que me lleve a la pira un marcofílico moderno, resalto esta
última frase en su concepto más amplio, pues el correo,
por suerte o por desgracia, cada vez tiene "menos que enseñar"
en tanto en cuanto ha dejado de ser portador de la insustituibles informaciones
de tipo privado o público que antaño acarreaba)
¿Se
convertirá esta afición -que, a pesar del dinero que mueve
a determinados niveles, empezó para todos de una manera absolutamente
gratuita y asequible- en algo tan elitista que desde el primer acercamiento
haya que planteársela como una alternativa a otros desembolsos
que, no lo dudemos, son mucho más tentadores para los adolescentes?
....(Continuará)
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